¿Obligan los Diez Mandamientos? ¿Hay que cumplirlos para salvarse?

"El Decálogo es un camino de vida" "Si amas a tu Dios, si sigues sus caminos y guardas sus mandamientos, sus preceptos y sus normas, vivirás y te multiplicarás (Dt 30,16)", dice el Catecismo en su número 2057. En la Nueva Ley aún más el camino de los mandamientos ayudados por el Espíritu Santo que nos mereció Jesucristo, es un camino de liberación de nuestro espíritu, un camino que podemos seguir y que ensancha el corazón en la sonrisa de Dios nuestro Padre que nos mira complacido. Además la fidelidad al Decálogo nos asegura la vida eterna, la salvación.

Un gravísimo error de algunas sectas e incluso de algunascorrientes teológicas actuales que se apartan de lo que siempre ha creído el pueblo cristiano es que niegan que haya que observar los Diez Mandamientos para salvarse.

En cambio en Mateo, 19,17-19, leemos en la respuesta de Jesús al joven rico que le pregunta qué ha de hacer para salvarse: "… si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Díjole él, (el joven rico) ¿Cuáles? Jesús respondió: No matarás, no adulterarás, no hurtarás, no levantarás falsos testimonios; honra padre y madre, y ama al prójimo como a ti mismo". Y, Jesús dice en Mateo 5, 17 que "no vino a destruir la Ley, sino a perfeccionarla".

No ya literalmente los diez mandamientos, sino su espíritu nos propone el Señor que inscribamos en nuestro corazón, así no sólo no adulterar materialmente, sino no mirar a una mujer ajena con deseo, no ya no matarás, sino no insultarás, ello quiere decir que los Diez Mandamientos siguen siendo obligatorios para salvarse, aunque otros aspectos secundarios de la Ley ya no tienen vigencia (por ejemplo el no comer carne de cerdo, ya que Cristo declaró puros todos los alimentos (Mc. 7, 14-19; 1 Tim. 4,4-5 y Hechos 10, 5-9), o lossacrificios del Antiguo Testamento – sacrificios de animales – sustituidos por el nuevo sacrificio de la Hostia Pura de Cristo inmolado por la salvación de todos los hombres).

A estos aspectos periclitados de la antigua Ley se refiere S. Pablo cuando declara que la Ley está abolida: (Ef. 2, 15-18), ya que el mismo San Pablo en otros pasajes declara que siguen teniendo validez los Diez Mandamientos: Y así alaba a los paganos o gentiles que guiados por la razón y por su sentido moral natural cumplen estos mandamientos, mientras critica a los que blasonando de la Ley no la cumplen: (Romanos 2, 13-15): "Porque no son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, ésos serán declarados justos. En verdad, los gentiles que guiados por la razón natural sin Ley cumplen los preceptos de la Ley, son para sí mismos Ley. Y con esto muestran que los preceptos de la Ley están inscritos en sus corazones, siendo testigos sus conciencias…" (si los preceptos de la Ley, los mandamientos, están inscritos en sus corazones, no pueden abolirse, sino que obligan, ya que el hombre nunca puede actuar contra su conciencia).

Por otra parte, también en los escritos de San Pablo podemos comprobar cómo afirma que quienes no cumplan las obras que exigen los Diez Mandamientos no se salvarán. Así, en Gálatas 5,16-21, nos dice "Os digo, pues: Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne…Pero si os guiáis por el Espíritu no estáis bajo la Ley. Ahora bien, las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, idolatría, hechicería, odios, discordias, envidias, arrebatos de ira, rencillas, discusiones, divisiones, homicidios, embriagueces, orgías y otras como éstas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quienes las hacen no heredarán el reino de Dios".

Aquí hace alusión directa el Apóstol al 1er mandamiento, "Amarás a Dios sobre todas las cosas y a Él sólo adorarás", al 6º mandamiento, no cometerás actos impuros, al 5º mandamiento, no matarás, e indirectamente alude a todos los demás mandamientos, con la frase "y otras como éstas". En cuanto a la frase "Pero si os guiáis por el Espíritu, no estáis sujetos a la Ley" ha de entenderse no como que al guiado por el Espíritu no obligan los Diez Mandamientos, puesto que dice que el que no los cumpla, el que fornique o mate, no entrará en el Reino de Dios, sino en el sentido de que el que se guía por el Espíritu, que es Espíritu de Amor, ama a Dios y al prójimo, en lo que se resume la Ley – los Diez Mandamientos son una ley de amor – y por tanto por amor, y no por temor, ya cumple los Diez Mandamientos:

El que ama no mata ni comete adulterio. (Ver también Rom, 13, 8-9). Y también en el sentido de que las partes no esenciales de la Ley, los ritos y prescripciones del Antiguo Testamento no obligan al nacido del Espíritu Santo.

También en el mismo sentido de que hay que cumplir los Diez Mandamientos so pena de no entrar en el Reino de los Cielos figura otro pasaje de San Pablo: "¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales (se entiende no la tendencia que puede ser involuntaria sino la falta de castidad), ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios" (1 Cor 6, 9-10) (Esto hay que entenderlo como que no entrarán en el Reino de Dios los que habiendo cometido estos pecados no se arrepientan) (Por otra parte hay que pensar que la lista de pecados aquí citada no es exhaustiva, si bien se citan la desobediencia al primer mandamiento, al quinto, al sexto, al séptimo, al noveno y al décimo).

Recientemente el Papa Juan Pablo II ha vuelto a confirmar la obligatoriedad de los Diez Mandamientos en la encíclica "Veritatis Splendor". En esta encíclica advierte que «en el ámbito de las discusiones teológicas postconciliares se han dado, sin embargo algunas interpretaciones de la moral cristiana que no son compatibles con la "doctrina sana"» (Veritatis Splendor nº 29).

Y explica cómo la Iglesia se hace eco de la exhortación que dirige S. Pablo a Timoteo: "Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se buscarán una multitud de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas" (2 Tim 4, 1-5; cf. Tit 1, 10.13-14).

Describe la encíclica unas teorías morales que en nombre de una apelación desmesurada a la conciencia o a una libertad exacerbada, o a unos artificiosos criterios morales (consecuencialismo, proporcionalismo, la llamada opción fundamental, etc.) sostienen – en particular la teoría de la llamada "opción fundamental – que "el hombre podría mantenerse moralmente bueno, perseverar en la gracia de Dios, alcanzar la propia salvación, a pesar de que algunos de sus comportamientos concretos sean contrarios deliberada y gravemente a los mandamientos de Dios" (Veritatis Splendor nº 68).

A esto contesta el Papa: "En realidad el hombre no va a la perdición solamente por la infidelidad a la opción fundamental según la cual se ha entregado "entera y libremente a Dios". Con cualquier pecado mortal cometido deliberadamente, el hombre ofende a Dios que ha dado la ley y por tanto se hace culpable frente a toda la ley (Sant 2, 8-11); a pesar de conservar la fe pierde la gracia santificante, la caridad y la bienaventuranza eterna".

En otro lugar de la misma encíclica nos dice que "los mandamientos constituyen pues la condición básica para el amor al prójimo y al mismo tiempo son su verificación" (V.S. nº 13) Y en otro lugar que el camino del amor a Dios y al prójimo ha de tener como base el cumplimiento de los Diez Mandamientos (nº 24).

Y para confirmar que hay mandamientos que siempre obligan (los negativos) nos propone los ejemplos de los santos mártires del Antiguo Testamento y del Nuevo: Así en el libro de Daniel (Dan 13, 22-23) se nos explica como Susana a la que se quiere obligar a fornicar, amenazándola con la muerte, se mantuvo fiel a Dios: "Susana prefiriendo morir inocente en manos de los jueces atestigua no sólo su fe y su confianza en Dios, sino también su obediencia a la verdad y al orden moral absoluto: con su disponibilidad al martirio, proclama que no es justo hacer lo que la ley de Dios califica como mal para sacar de ello algún bien" (V.S. nº 91).

Y en el mismo número se nos habla de dos mártires cristianos: "La Iglesia propone el ejemplo de numerosos santos y santas, como Juan Nepomuceno y María Goretti que prefirieron la muerte antes que cometer un solo pecado mortal, traicionar el secreto de confesión o fornicar. Elevándolos al honor de los altares, la Iglesia ha canonizado su testimonio y declaró verdadero su juicio, según el cual el amor implica obligatoriamente el respeto de sus mandamientos, incluso en las circunstancias más graves, y el rechazo de traicionarlos, aunque fuera con la intención de salvar la propia vida".

El concilio de Trento y el concilio Vaticano II enseñan la obligación de cumplir los mandamientos para salvarse: "El Concilio de Trento enseña que los diez mandamientos obligan a los cristianos y que el hombre justificado está también obligado a observarlos (cf. DS 1569-1570). Y el concilio Vaticano II afirma que "Los obispos, como sucesores de los apóstoles, reciben del Señor…la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el mundo para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los mandamientos, consigan la salvación" (LG 24). (Catecismo, nº 2068).

Los Diez Mandamientos "son básicamente inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes. Nadie podría dispensar de ellos. Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano" (Catecismo nº 2072) Y en una revelación privada se nos dice "aunque el hombre llegara en el futuro a descubrir rayos con los que pudiera alcanzar a millares de kilómetros seguirá siendo cierto que no se debe matar, aunque el hombre hollara lejanos astros, seguirá siendo cierto que no se debe cometer adulterio" (citamos de memoria).

La voluntad de Dios, la Ley Eterna, no cambia, así como el ser de Dios es inmutable. (Algunos pretenden que la Ley de Dios varía con el paso del tiempo, y pretenden acomodar los mandamientos a las modas y flaquezas humanas, haciéndolos significar lo que más halaga a la corrupción de nuestra época).

Nos dice el Papa que el cumplimiento de los mandamientos y de los demás preceptos evangélicos no podemos alcanzarlo por nuestras propias fuerzas, pero que sí podemos con la ayuda de Dios, y, sobre todo teniendo ante nuestros ojos la persona de Jesucristo que por nosotros padeció y murió, y siguiendo sus pasos.